Agricultores dejaron atrás los cultivos ilícitos de coca y actualmente producen, industrializan y hasta exportan aceite de palma y palmiste. Aunque muchos critiquen la siembra de cultivos de palma aceitera, un nuevo rostro social se aprecia en las más de 7,000 familias que gracias a este cultivo lícito generan trabajo, oportunidades, desarrollo, y cada día se […]
- May 22, 2017-
Agricultores dejaron atrás los cultivos ilícitos de coca y actualmente producen, industrializan y hasta exportan aceite de palma y palmiste.
Aunque muchos critiquen la siembra de cultivos de palma aceitera, un nuevo rostro social se aprecia en las más de 7,000 familias que gracias a este cultivo lícito generan trabajo, oportunidades, desarrollo, y cada día se esfuerzan por lograr una palma sostenible.
La producción de hoja de coca que antes era sinónimo de crimen, violencia social, deforestación y contaminación, fue reemplazada desde la década de los 70 por la agroindustria de la palma aceitera. Una sólida fuente de oportunidades para los agricultores de la amazonía peruana.
Son pocas las instituciones que destacan los beneficios de este sector; que actualmente reúne al 70% de ex cocaleros transformados en productores y empresarios de palma aceitera. Ellos cambiaron completamente sus vidas y ahora son emprendedores que forman parte de un círculo virtuoso de la agroindustria.
Con una vida útil de 30 años, y en el mejor de los casos, con una producción de 24 toneladas de racimos de fruta fresca por hectárea, un productor con solo cinco hectáreas obtiene más de S/. 3,000 por mes.
Uno de los aportes más importantes para el desarrollo del país es, sin duda, la agroindustria de la palma aceitera genera más de 37 mil puestos de trabajos directos e indirectos al año.
Los palmicultores son conscientes de que la unión hace la fuerza, por ello desde el 2015 están organizados en asociaciones y estas en la Junta Nacional de Palma Aceitera del Perú -JUNPALMA PERÚ- cuyo objetivo estratégico es posicionar al sector de manera responsable, exigir el cumplimiento del rol promotor del Estado, pero sobre todo, mejorar la calidad de vida de las familias palmicultoras en las comunidades palmeras con la generación de ingresos lícitos.
Un porcentaje de las ganancias por la producción de la palma es destinado en capacitación técnica y servicios básicos (educación, saneamiento, salud e infraestructura vial), que beneficia a los productores y sus familias.
La cadena de valor de la palma aceitera en Perú originó un modelo que busca trascender a nivel regional y mundial. Actualmente, los productores agrícolas no solo son socios y empresarios industriales, desde hace dos años también son exportadores.
Existe un próspero futuro para los productores y con grandes retos, que junto con el Estado, deben implementar acciones concretas para poner fin a la información malintencionada de sectores que desconocen la realidad y que solo busca obstaculizar un modelo de desarrollo rural ambientalmente sostenible y socioeconómicamente inclusivo.